viernes, 12 de mayo de 2023

"EL HOMBRE QUE SALÍA POR LAS NOCHES". Un cuento de Juan José Millás

Aquel día, al regresar borracho a casa a las cuatro de la madrugada, encontró en un contenedor de basuras un maniquí desnudo y masculino. Se le ocurrió una absurda idea y se lo llevó a casa, escondiéndolo en el maletero.

A la noche siguiente, en torno a la hora en que solía salir a tomar copas, su mujer empezó a mirarle con rencor. Pero él actuó como si esa noche fuera a quedarse en casa y la tormenta pasó en seguida. Vieron la televisión hasta las once y media y luego se metieron en la cama. Cuando la respiración de ella adquirió el ritmo característico del sueño, él se incorporó con sigilo y tras comprobar que estaba dormida abandonó las sábanas. Inmediatamente, recuperó el maniquí y lo colocó junto al cuerpo de su mujer. Ella se dio la vuelta sin llegar a despertarse y colocó una mano sobre la cintura del muñeco.

Él se vistió sin hacer ruido, salió a la calle y comprobó que la noche tenía aquel grado de tibieza con el que más se identificaba, quizá porque le recordaba el calor de las primeras noches de su juventud. Respiró hondo y comenzó a andar en dirección a sus bares preferidos. Se sentía bien, como si el peso de la culpa le hubiera abandonado definitivamente. A la segunda copa se acordó del maniquí y, aunque sintió una punzada de celos, le pareció que en general tenía muchas ventajas disponer de una especie de doble, si con él evitaba las peleas conyugales originadas por su afición a salir de noche.

De todos modos, ese día volvió a casa en torno a las dos y media, un poco antes de lo habitual. Se dirigió con cautela al dormitorio y comprobó que todo estaba en orden; su mujer continuaba abrazada al maniquí. Con mucho cuidado retiró las manos de ella del muñeco y lo sacó de la cama. Antes de llevarlo al maletero, pasó con él por el cuarto de baño y mientras se lavaba la cara lo sentó en la taza del váter. Le pareció que el rostro de su sustituto tenía un gesto de satisfacción que no había advertido en él cuando lo recuperó del contenedor de basuras, pero atribuyó esta percepción a los efectos de las copas. Tras esconder el maniquí, se metió en la cama y su mujer, instintivamente, se abrazó a él de inmediato. CONTINUAR LEYENDO


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